Silencio
¡Silencio!
¡Shhh!
_ ¿Quién está
ahí? ¿Pueden oírme? (Nadie responde)
Eres solo
tú en la plena oscuridad de tu habitación. Solamente es el eco de tus
pensamientos retumbando en tu cabeza (…) estás solo, nadie puede oírte. Nadie.
Amiga:
¿Cómo estás?, ven, siéntate a mi lado y acompáñame una noche más (…) ¿Por qué
no respondes? Porqué no me dices lo que piensas, quiero escuchar tu voz. Quiero
que tus manos acaricien mis sienes cansadas, cántame al oído y hazme olvidar.
Silencio.
No escucho las hojas golpear la ventana,
ni el viento y mucho menos el sonido de afuera (…) ya he olvidado el cantar de
los pájaros, el estrepitoso ruido de las sirenas, pero sobre todo el sonido de
aquella música clásica que antes solía escuchar.
Quisiera
mi juventud tan añorada en donde tenía la libertad de hacer cualquier cosa.
Quisiera no estar solo y llorar a cántaros imaginando el descenso por el
tártaro de mi alma penosa (…) pero no tengo a nadie a mi lado, alguien quien
hable conmigo y me haga pasar un rato ameno. Estoy cansado, solo y viejo.
¡Ah! Eres
tú de nuevo. Ya estoy acostumbrado a tus visitas, a veces te veo observándome
en la oscuridad, cuidándome, pero nunca hablas. Solo vienes a sentarte y
escuchar mis quejas. ¿Por qué llevas siempre ese velo? ¿Por qué no puedo ver tu
rostro? Siempre pregunto y cada vez obtengo la misma respuesta: silencio.
Ya estoy
viejo y cansado, ni siquiera recuerdo si alguna vez llegué a tener una familia.
Si la llegué a tener ¿Por qué no me visitan? ¿Por qué no puedo recordarlos? –No
sé- solo sé que los años pasan y con él los hilos de vida que me quedan.
Siento un
vacío en mi alma, algo me falta pero no sé que es, algo sencillo pero a la vez
importante (…) ¡Ya sé! ¡Sí! Creo que es: AMOR.
¿Alguna
vez llegué a sentir amor por alguien? ¿Me habré casado? ¡Dios, porqué no puedo
recordar! Cada vez es peor, se me olvidan de repente las cosas que digo y las
que pienso. Mis pensamientos pareciera que navegaran en un mar de aguas
turbias, en un pantano de ignorancia y miseria.
Pero de
repente ahí estás tú escuchando mis quejas ¿De dónde apareces? Si ni siquiera
oigo que se abra la puerta de la habitación ni mucho menos pisadas que se
aproximen. Eres sigilosa, silenciosa y en ocasiones un poco escalofriante.
De nuevo
lloro como un niño en este sombrío cuarto, ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está mi
familia? Trato de descansar porque solo en sueños puedo darle reposo a mi
cuerpo y alivio a mi alma (…) ya he olvidado la luz del amanecer, el ocaso de
los atardeceres y la belleza de la luna llena. Ya he olvidado todo, mi memoria
me ha hecho una mala jugada, me dio la espalda al igual como lo han hecho los
integrantes de mi familia. Solo la tengo a ella (…) aquella sombra que me
vigila en silencio.
¡SILENCIO! Me levanto sobresaltado de la cama, escucho unos fuertes
gritos en mi cabeza ¡Basta! ¿Qué me
sucede? Parece que estuviera delirando. El frío esta intenso esta noche, me
congela el cuerpo y poco a poco siento
que penetrara en mis venas y fuera viajando directo hasta mi corazón. Y de
repente (…)
Mi amiga
sale de la oscuridad y me hace señas de que la agarre de la mano. Me siento débil,
me cuesta levantarme de la cama, ella insiste en que la acompañe pero no sé a dónde.
¿Qué quieres? ¿Qué pasa? Como siempre no responde. Me estrecha su mano y la
siento huesuda, fría y áspera ¿Quién eres? respóndeme `por favor. De repente se
inclina para susurrarme al oído y su mensaje me deja sorprendido.
_ ¡Ya sé quién eres! Todo este tiempo junto a mí y pensé
que era la soledad quien me acompañaba (…) pero ¿A dónde vamos?-Como siempre no
responde- Se aparta de mí dejando caer el velo negro que cubre su cara y su
rostro es huesudo, escalofriante, se nota en sus ojos angustia y desesperación
(…)
Sé
perfectamente quién es y a que vino, me levanto de la cama, le doy la mano y me
entrego en cuerpo y alma a sus designios. Desaparezco con ella en medio de la
oscuridad de mi habitación (…)
Ella es
La Muerte. Vigilaba de cerca mis pasos esperando la hora funesta para llamarme.
Escuchaba atenta mis males y sabía muy bien que no quería seguir viviendo en la
soledad de mi cuarto.
Por fin
mis ojos vuelven a ver la luz, escucho
gritos desgarradores y el llanto agudo de una mujer, ¿Quién será? Alguien grita
mi nombre (…) las lágrimas brotan de mi rostro, esa mujer y ese hombre son mis
hijos. Lloro porque ahora es que los veo, ahora es que vienen a verme a mí, un
octogenario consumido en la miseria de sus pensamientos.
Ya no hay
oscuridad, ya no hay silencio. Escucho los gritos de mis hijos quienes se
acordaron tarde que tenían un padre, quienes lloran a este cuerpo frío que yace
tirado en la cama. Siento una gran pena porque estando en vida no fueron a
visitarme, ahora que estoy muerto vienen a llorarme, ni una llamada ni una
canción (…) ahora que estoy muerto recibo toda la atención, ni una rosa ni una
carta, ahora que estoy muerto es que me necesitan y me vienen a dar el abrazo
que nunca llegaron a darme, el abrazo del último adiós.
Un padre
no merece que lo abandonen y lo dejen sumergido en la soledad de un cuarto
oscuro y silencioso. Merece ser amado y recordado en vida y no en muerte. Ahora
que están vivos dile que lo quieres y no esperes a que el tiempo pase y sea tu
cruel verdugo.
No
condenemos a nuestros padres y abuelos a la soledad y al silencio duradero.
Ellos necesitan todo el cariño que podamos darles, por mucho tiempo te cuidaron
ahora te toca a ti devolverles ese cariño. “No dejes para mañana lo que puedes
hacer hoy.”
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