La Sombra
Eran las dos de la mañana cuando Henry
despertó sobresaltado por una pesadilla. Todo su cuerpo emanaba sudor, un
sofocante calor inundaba la habitación haciéndola parecer que estaba
descendiendo por el tártaro. El hombre con todo el cuerpo tembloroso se levantó
como pudo de la cama y se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Tenía un
desagradable sabor en la boca. Al encender las luces de la sala creyó ver una
sombra que se desvanecía frente a sus ojos…
—
¡Dios!
¿Qué fue eso?
— Dijo ahogando un grito de horror. Creyó estar soñando,
tomó el vaso de agua y se dirigió a su habitación.
Al entrar al cuarto sintió un leve aire
gélido que recorría toda su espina dorsal. Sentía que la amplia alcoba por un
momento comenzaba a reducirse. Le sudaban las manos y las pulsaciones
aceleradas de su corazón incrementaban su nerviosismo. A zancadas avanzó hacia
la cama, se arropó, cerró los ojos para tratar de calmarse. “Todo está bien, solo
es el estrés por tanto trabajo…” se repetía
mentalmente el pobre hombre.
De pronto, algo comenzó a presionarle el
pie, era como una mano huesuda, viscosa y glacial. Abruptamente el hombre abrió
los ojos y pegó un grito tan fuerte que cualquiera pudo haberlo escuchado. La
sombra abría la boca, dejaba entrever un líquido negro pegajoso y la mirada
roja, casi ardiendo en llamas… retorcía la cabeza y las articulaciones de su
cuerpo sonaban espeluznantes.
—
Henry,
¿Quieres jugar conmigo? ¿Por qué tanto miedo? — comenzó
a subir a la cama—. Nadie te va a librar de mí…
—
¡No!
¡Suéltame! ¡Aléjate de mí espectro del infierno!
Henry trataba de
zafarse de aquel demonio, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Aquella cosa aferraba
sus manos asquerosas a su cuello tratándolo de asfixiar.
“¡Suéltame! ¡Fuera
de aquí!”, el hombre despertó sobresaltado, eran las tres y media de la mañana,
y la habitación seguía lóbrega como antes. “Todo fue una pesadilla, vuelve a
dormir… mañana es un día largo”. Henry se volvió a arropar y suspiró aliviado.
En la oscuridad del armario, con mirada
maligna, demoníaca, aquel espectro vigilaba el sueño del pobre hombre… encendía
un fósforo y lo volvía a apagar, mientras decía:
“¿Le
temen a la oscuridad?”
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