En el bosque...
Era un hermoso día soleado, el viento mecía
suavemente las hojas de los árboles y esparcía en el aire gratos aromas;
pájaros de distintas especies revoloteaban por el cielo, unos que otros se
entretenían por el verde follaje de los arbustos, y el trinar de las aves hacía
eco por todo el bosque. Las florecillas silvestres danzan al momento que la
brisa acaricia sus pétalos, el vaivén de sus tallos
pareciera tener vida propia, como si quisieran expresarle al mundo sus
emociones…
El rumor
de la hojarasca devela los íntimos secretos que ocurren en el bosque y los
altos árboles parecieran murallas que protegen la selva de lo que pasa en el
exterior. Todo es soledad, paz, tranquilidad…nadie se atrevería a pensar que en
este lugar puedan suceder crímenes atroces, y mucho menos que personas atenten
contra su propia vida. El camino, un poco cenagoso, te conduce al lugar que
quieras llegar… pareciera interminable, extenso, anchuroso cada vez que das un
paso.
La
neblina trae consigo criaturas extrañas, calaveras, huesos y cadáveres en
estado de descomposición. Los espíritus hablan entre sí tratando de confundir a sus víctimas, tienen el poder de hacer girar
a las personas en su mismo eje para que no encuentren la salida. Los famélicos
cuerpos desdichados te observan con una sonrisa burlona y parecieran alegrarse
de la próxima víctima que toma el bosque.
¡zás! ¡zás!
De pronto se escuchan cadenas que arrastran por el suelo y gritos despavoridos
de almas torturadas. En un abrir y cerrar de ojos, la encantadora selva se
transforma en el lugar más espantoso y escalofriante del mundo. Las raíces de
los arbustos tejen trampas engañosas ¡Ay, pobre de aquel que caiga en una! “¡Ay,
malaya sea mi suerte!”, dirían los infelices.
Todo es
tranquilidad, paz y serenidad… excepto cuando comienza el lamento de los
desdichados. Recuerda: “NO entres al bosque solo…
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